La cabecera de Altos Hornos de Vizcaya se apagó ayer para siempre
El estruendo despertó ayer de madrugada a los vecinos de las instalaciones de Altos Hornos de Vizcaya (AHV) en Sestao. El María Angeles, un horno con 28 años de actividad bautizado con el nombre de su madrina, vivía sus últimas horas escupiendo ruidosamente una densa columna de humo. La presión en el interior del horno fue disminuyendo a lo largo de la mañana y, pasado el mediodía llegó el silencio que marcó el fin de la actividad en la cabecera de AHV. El último alto horno de Sestao se apagó ayer, y con él acaba la historia de AHV. La empresa más importante de la margen izquierda del Nervión se ve obligada a desaparecer.El cierre de los hornos, anunciado por las sucesivas reconversiones, no ha pillado por sorpresa a nadie. La larga agonía de AHV ha preparado a los vecinos y a los trabajadores para el simbólico final del María Angeles. Ayer los que pasaban por las inmediaciones miraban distraídos hacia el horno que en la tarde del lunes arrojó su última colada de arrabio. «Dejamos recuerdos gratos y otros tristes, sentiremos añoranza en cuanto pase un tiempo y los problemas personales vayan solucionándose», dice Nestor Alvárez, miembro del comité de empresa con 33 años de trabajo en AHV. «La nostalgia sirve de poco. Lo que hay que hacer es recuperar el tejido industrial y volver a instalar nuevas empresas en los terreno de Altos Hornos».
En sus mejores años, AHV llegó a contar 13.000 trabajadores. En 1980, cuando empezaron las reestructuraciones del sector siderúrgico, los empleos directos llegaban a 11.000, y los puestos de trabajo inducidos por la actividad en los hornos superaban los 40.000. En esa fecha comenzó la caída libre, al tiempo que se disparaban las prejubilaciones y el cierre de las pequeñas empresas.
Finalizada la aplicación de las medidas previstas en el plan de competividad de la siderurgia pública española, AHV todavía tenía ayer en nómina 1.830 trabajadores. El futuro de la mayoría de ellos está en la jubilación (1.048) y en las bajas incentivadas (17 l), pero aún existe un excedente de cerca 300 personas que no cuentan con un trabajo alternativo tras el cierre de los altos hornos. Los planes para María Angeles están más claros: el horno será trasladado a la ciudad india de Bangalore, donde producirá acero varios años más.
Casi para todos los trabajadores, AHV ha sido la única empresa que les ha dado empleo. Buena parte de ellos llegó a la compañía a través de la escuela de aprendices de la empresa. «De la escuela de los Hermanos de La Salle pasábamos a la escuela de aprendices que también estaba en manos de los frailes, con un sueldo de 300 pesetas el primer años», recuerda.
Las calles de Sestao más cercanas a AHV se han contagiado de la inactividad de los hornos. Las viviendas más viejas están vacías, carcomidas por el tiempo y el abandono. Los locales comerciales han ido cerrando las puertas y esperan la demolición con las puertas y ventanas tapiadas. Los bares que han sobrevivido al descenso de plantilla tienen los días contados. La crisis industrial ha generado un paro cercano al 30% y los nuevos proyectos industriales ya no son capaces de crear tanto empleo como los altos hornos. Sobre los solares de AHV comenzará a funcionar el próximo año la Acería Compacta de Bizkaia (ACB), que contará con poco más de 300 puestos de trabajo. «Nunca será igual en cuanto a empleo», concluye Álvarez.