Bilbao – “Artista de origen madrileño, autodidacta, generación del 75”. Con estos datos, condensados al más puro estilo telegráfico, resume su biografía SpY, uno de los artistas urbanos más reconocidos del Estado y que prefiere mantener su anonimato para que sus obras hablen por él.
¿Por qué eligió Bilbao para dos de sus últimas obras: Soñar y Crisis?
-En Bilbao trabajo habitualmente con SC Gallery; el gestor y curador me propuso ambos proyectos y los estudiamos para llevarlos a cabo.
¿Las realizó usted solo o con ayuda, dada su gran envergadura? -Contamos en ambos casos con un equipo especializado en trabajos verticales que nos ayudó a realizarlo. En el caso de Soñar fue un reto, especialmente por la climatología.
¿Pegar 50.000 monedas de dos céntimos en una pared formando la palabra Crisis es una bilbainada o más bien una paradoja?
-Creo que se acerca más a una metáfora visual. La intención de la pieza era que desapareciese lo más rápido posible y así fue. Las monedas no dejaban de ser una herramienta para la construcción de la palabra, que, a su vez, le diera contenido al conjunto de la obra.
Apenas duraron 24 horas…
-Durante el montaje, mucha gente preguntaba cuánto dinero había en la pared, aunque nunca proporcionamos esa información hasta que desapareció. La idea de los 1.000 euros tenía sentido por la cifra y el presupuesto con el que contábamos, la escala de las letras…
¿Cuántas personas contribuyeron a deconstruir su creación?
-Yo solo vi durante la primera noche desaparecer la primera parte, aunque me han contado que hubo gente que se dedicó un buen rato a desprender las monedas de la pared.
¿Qué interpretaciones hizo el público de su obra Crisis? ¿Coinciden con su intención inicial?
-Por lo general, la interpretación de la gente coincide dados los tiempos que vivimos y la situación actual, no solo nacional, sino internacional. Yo simplemente quise generar una reflexión en forma de intervención urbana acerca de este hecho.
¿Qué mensaje quiere transmitir con su proyecto Soñar?
–Soñar es una palabra abierta a la interpretación. Me gusta que la gente que ve las piezas saque sus propias conclusiones sobre lo que les sugiere. Como artista tengo una interpretación personal y sensible con mis piezas, la cuestión es si es eficaz como para que trasmita y comunique a otras personas que las recepcionan.
Fueron vecinos de Olabeaga los que eligieron esa palabra ¿no?
-Se propusieron varias palabras a los vecinos y finalmente se consensuó que fuera Soñar. Tras esto, se abrió un debate sobre si en castellano o euskera y quedó en castellano. Era una palabra que encajaba muy bien por proporción en el espacio y ofrece una apertura a un pensamiento más positivo.
¿Qué otras palabras se les propusieron a los vecinos?
–Vivir, Volar y Paz, tanto en euskera como en castellano. Finalmente, la seleccionada fue Soñar en castellano por votación vecinal.
¿Tiene fichado algún otro emplazamiento en Bilbao o en algún otro punto del País Vasco para realizar alguna intervención?
-En esto momento estamos estudiando junto a SC Gallery nuevas oportunidades de colaboración en el País Vasco. Es un sitio donde me encanta trabajar, comer y disfrutar.
En su época de grafitero estampaba su nombre por doquier. Puede parecer egocéntrico, pero, sin embargo, se mantiene en el anonimato. ¿Puede explicar por qué?
-Pienso que es más productivo que mi trabajo hable por sí mismo y no la imagen de mi persona.
Supongo que su familia y amigos conocerán su secreto. ¿Teme que algún día trascienda su identidad?
-Mi anonimato no es nada especialmente trascendente en mi entorno más personal. No tengo intención de magnificarlo. Simplemente no me gusta ser una persona pública y procuro conservarlo.
Si sus obras no están a la venta, ¿de qué vive un artista como usted?
-Sí tengo obra a la venta, pero cada vez menos, reproducciones fotográficas de gran formato para exposición y venta que me ayudan a seguir produciendo mis obras en la calle.
Es autónomo, no tiene un fin comercial, ni cuenta con intervención de las autoridades… ¿Paga sus obras de su bolsillo?
-Un gran porcentaje de mi trabajo está hecho de manera autónoma, es decir, sin involucración alguna por parte de una institución o entidad que condicione la elaboración en forma o contenido. Aunque también trabajo con las galerías, museos e instituciones en la producción de piezas en la ciudad.
Dice que para pasar desapercibido no hay como vestirse con ropa fluorescente de obrero.
-Simplemente es una manera de integrarse en lo cotidiano para trabajar más tranquilo.
Pese al camuflaje, ¿le han pillado alguna vez in fraganti? ¿Le han llegado a poner alguna sanción o a detener alguna vez?
-He tenido algún encuentro con autoridades, pero siempre se ha llegado a un consenso por medio del diálogo.
En una ocasión un policía le reconoció, pero en vez de amonestarle, paró el tráfico para que pudiera fotografiar mejor su intervención. Se quedaría a cuadros ¿no?
-Sí, fue una experiencia curiosa. Éramos conocidos de otra época más joven, donde ambos estábamos más activos en el entorno del grafiti. Reconoció mi obra nada más verla y, al encontrarme fotografiándola, surgió ese momento anecdótico.
Habrá quien aprecie sus obras y quien le maldiga por ensuciar las calles. ¿Cuál es el mayor halago y la mayor crítica que ha recibido?
-Me gusta generar algún tipo de reacción. Procuro crear una conciencia más lúcida con mis intervenciones. El humor es una manera de hacer cómplice al receptor, crea un diálogo y hace pensar que la obra comunica algo con lo que se puede sentir identificado. Si al transeúnte que ha visto la pieza le ha gustado, ve la obra como un acto romántico y se lleva consigo parte de la intervención. Respecto al público que recepciona mis obras, he escuchado opiniones de todo tipo, pero generalmente son positivas. Hay quien lo ve como un acto gratuito y desinteresado con el que se ven identificados y quien lo ve como vandalismo.
Tiene una filosofía constructiva, no invasiva. ¿Pide permiso para ejecutar sus intervenciones?
-Las ciudades son un gran soporte, un marco con grandes posibilidades en el que actuar. La mayoría de las intervenciones son autónomas, lo cual implica que son no legales. No hay un permiso institucional para hacerlas, busco la mejor opción y horario para realizarlas. Se desarrollan principalmente en las urbes, donde nacen y viven creando un diálogo con el receptor. El fin de las obras es comunicar a través de la transformación del paisaje urbano.
Pretende “pellizcar” la conciencia del transeúnte. ¿Vamos por la vida con el piloto automático?
-Nos vemos a diario invadidos por imágenes y cosas que no pedimos. Al encontrarnos con manifestaciones artísticas en la calle parece producirse un alivio ante tanta masificación. No significa que sea una actitud de rechazo ante el entorno impuesto, sino una invitación a reflexionar acerca de la avalancha de imágenes que conforma nuestro paisaje. Muchas de mis piezas son una llamada a la reflexión; son pequeños pellizcos de intención que hacen que la persona vea eclosionada su rutina de urbanita.