LETRAS CAPITULARES
LETRAS CAPITULARES
El término Capitular proviene del acusativo de la palabra latina caput (capita) que, según el Oxford Latin Dictionary (1968) en una de sus acepciones, significa: a El principio, la primera parte (de un discurso, acción, etc.). b el principio (de una palabra o sentencia); letra inicial[2]. Su etimología hace clara referencia a una letra que aparece al comienzo de capítulos y párrafos de manuscritos y libros que se diferencia por tener un tamaño mayor al resto de letras del texto, ya sean mayúsculas o minúsculas, y que generalmente ocupa más de dos líneas.
Los más antiguos manuscritos romanos que se conocen están escritos con letras capitales romanas y rústicas que con el paso del tiempo se transformaron en letras con formas más redondeadas que se conocen como unciales. En esos manuscritos la escritura era continua y el tamaño de las letras era uniforme por lo que al ser un pasaje compacto su lectura solía ser difícil. Para ayudar a la lectura, la letra inicial de cada párrafo se trazaba en el margen con el mismo tamaño que el texto, posteriormente fue aumentando la proporción de la letra principal y luego se fue ornamentando, dando así lugar a las letras capitulares.
El surgimiento de la escritura uncial trajo consigo ventajas en cuanto a rapidez, legibilidad y mayor aprovechamiento del espacio. De ahí que las letras capitales romanas cayeran en desuso, sin embargo se siguieron usando en titulares y para cuando se necesitaba enfatizar algo, además de señalar el principio de un párrafo en los libros y manuscritos.
Con el tiempo las capitulares comienzan a ser más decoradas adquiriendo ornamentaciones florales, representaciones de animales, en ocasiones mitológicos o figuras humanas. Las letras capitulares tienen una importancia que no es nada desdeñable. Puede afirmarse que la presentación artística del libro o manuscrito, fue en muchas ocasiones tan importante como el mismo contenido, y esto es así porque las letras capitulares se conforman en la página como un foco visual que proporciona énfasis, variedad y ayuda a la localización de determinado texto dentro del contenido, y si su diseño es bueno, añaden una placentera invitación a iniciar la lectura.
Detallados grabados que representan tres pasajes bíblicos: a Jacob, a Ester y Daniel, provenientes de los tres primeros capítulos del primer tratado del libro Opera Medicinalia de Francisco Bravo, impresos por Pedro Ocharte, el tercer impresor de América y uno de los impresores más notables que hubo en México en el siglo XVI. Ninguna de las capitulares “es de uso exclusivo de este libro, sino que pueden verse utilizadas de nuevo en casi todos los libros que por esas mismas fechas salen de las prensas del mismo impresor” (Somolinos d’Ardos, Germán, “Francisco Bravo y su Opera Medicinalia”, Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, UNAM, julio de 1970, número 4, México, p. 337-383).
Antes de la invención de la imprenta, la gran mayoría de los manuscritos que contienen letras capitulares, están relacionados con la religión. Las letras acompañadas de motivos pictóricos se desarrollaron rápidamente, ya que estas letras eran diseñadas para las Biblias y otros libros importantes pues también aparecen en partituras musicales.
La Biblia de Gutenberg o de 42 líneas.
Iglesia Católica, Graduale Dominicale, México: Pedro Ocharte, 1576
Con la invención de la imprenta los primeros impresores siguieron con el uso de capitulares y otros detalles de ornamentación que realizaban los calígrafos e iluminadores del medievo debido a que algunas letras capitulares no eran impresas. Durante algún tiempo los calígrafos sobrevivieron como auxiliares de la imprenta diseñando y dibujando letras capitulares, encabezados y títulos, que continuaban siendo escritas a mano, ya que usualmente en los primeros tiempos de la imprenta se dejaban en blanco el espacio destinado a ellas que eran ejecutadas a mano, al igual que sucedía con los dibujos y otros adornos.
Aunque al principio los grabadores se limitaron a copiar las letras que aparecían en los manuscritos, pronto empezaron a elaborar sus propios diseños. (…) Por tanto, los diseños de letras capitulares se pueden agrupar de una forma natural de acuerdo con su nacionalidad[3]. A continuación se muestran ejemplos de las capitulares realizadas por los principales países que las produjeron: Alemania, Italia, España, Francia, y más recientemente Estados Unidos e Inglaterra.
Alemania
Ésta es la E en el alfabeto de la muerte de Hans Holbein, publicado originalmente en Lyon en 1538 como parte de la danza aclamada de la muerte de Holbein.
Letra G que aparece en el Astronomicon Cesareum de Apiano.
Italia
Letras capitulares en patrón de enredadera blanca o “White Vine” de un libro impreso en Roma sobre 1480.
España
Capitular E de Joaquín Ibarra (siglo XVIII).
Francia
Primeras cuatro letras del alfabeto capitular de Geoffroy Tory (1480-1533).
Estados Unidos
Letra capitular S de Frederic William Goudy (1865-1947)
Inglaterra
Letras elaboradas por William Morris (1834-1896)
Bibliografía
Bravo, Francisco, Opera Medicinalia, México: INAH; Universidad Autónoma de Puebla, s. XVI, ed. facsimilar 1994.
Juan- José Marcos. Letras Capitulares. Concepto, historia, evolución y uso tipográfico. Plasencia. (Cáceres) España. Documento PDF de 24 páginas. Año 2007.
P.G.W. Glare. Oxford Latin Dictionary. United Kingdom: Oxford University Press, 1968.
Somolinos d’Ardos, Germán, Francisco Bravo y su Opera Medicinalia, Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, UNAM, julio de 1970, número 4, México, p. 337-383
[1] Letras capitulares elaboradas por Pedro Ocharte escogidas para este fin, provenientes del libro de Francisco Bravo, Opera Medicinalia, México: INAH; Universidad Autónoma de Puebla, s. XVI, ed. facsimilar 1994.
[2] P.G.W. Glare. Oxford Latin Dictionary. United Kingdom: Oxford University Press, 1968.
[3] Juan- José Marcos. Letras Capitulares. Concepto, historia, evolución y uso tipográfico. Plasencia. (Cáceres) España. p. 11. Documento PDF de 24 páginas. Año 2007.