Una vez más, se debe concebir la industrialización como aquella locomotora capaz de arrastrar el desarrollo y el progreso económico de Bilbao y toda su comarca durante los siglos XIX y XX, provocando profundas transformaciones en todos los ámbitos de la sociedad. El proceso se inició con la finalización de la II Guerra Carlista en 1876 de la mano de empresas siderometalúrgicas, desempeñando, no obstante, la extracción minera un papel destacado.
La explotación de los importantes recursos férricos vizcaínos tuvo su epicentro en el Valle de Somorrostro, paraje con una larga tradición minera. La demanda europea de hierro no fosfórico, relacionada con la generalización de importantes avances tecnológicos europeos a finales del siglo XIX, asentó las bases de su gran desarrollo. La abundancia de sus criaderos de hierro no fosfórico de extremada calidad (rubio o hematites parda), de fácil extracción, al aire libre y cercanos al puerto y a la ciudad, hizo rentabilísima su explotación. Su aprovechamiento a gran escala a partir de 1876 no necesitó una considerable inversión en infraestructuras y alcanzó su cima en 1899.
El aprovechamiento doble del flete (transportando mineral de hierro hacia las costas británicas, y retornando con carbón y tecnología ingleses) estableció un tráfico regular en las dos direcciones, que posibilitó el progreso de una siderurgia caracterizada por la insuficiencia carbonífera, De esta forma, cuando la extracción minera decayó en el primer tercio del siglo actual, la industria siderúrgica y la metalúrgica se hallaron completamente desplegadas, capaces de recoger el testigo y asumir el liderazgo de la economía de la comarca. Todo esto en un contexto estatal estancado ante la pérdida del tren de la industrialización y en el que comenzaron a sentirse las transformaciones demográficas y agrarias acaecidas durante la primera mitad del siglo XIX.
Aún así, varios factores proporcionaron la industrialización de Bilbao y sus localidades vecinas: el traslado de las aduanas a la costa en 1841 y el término de la franquicia comercial vasca; la generalización de ciertos avances tecnológicos europeos (Bessemer, 1856; Martin-Siemens, 1864) que revolucionaron los métodos de producción del hierro y del acero; el comercio exterior y la división internacional del trabajo que consolidaron al País Vasco como el enlace esencial entre el centro europeo (Gran Bretaña, Alemania y Francia) y España; el encauzamiento de la Ría del Nervión (1878-1887) y la construcción del Puerto Exterior (1887-1902); la larga tradición en el trabajo de aprovechamiento de mineral; la gestación de una burguesía capacitada para dirigir el proceso; y el amplio entramado financiero capaz de concentrar y movilizar el capital acumulado en las inversiones industriales.
Una larga lista de hechos a los que han de añadirse, por un lado, la ya citada disponibilidad de recursos productivos abundantes y diversos, especialmente los yacimientos de hierro muy ricos. Y por otro, las transformaciones demográficas y agrarias de la primera mitad de la centuria decimonónica. Igualmente, fueron determinantes la escasa industrialización del estado español, la debilidad del mercado interior, así como también la política proteccionista desplegada desde las esferas de poder en Madrid (aranceles de 1891, 1906 y 1922).
Los primeros pasos de la industrialización de la Ría del Nervión se correspondieron con la puesta en marcha a mediados del siglo XIX de varias fábricas siderúrgicas: Santa Ana de Bolueta (1841-48), Nuestra Señora del Carmen de Baracaldo (1854-1860) y Santa Agueda de Castrejana, antigua ferrería, (1862). Sin embargo, el verdadero despegue se produjo en la década de los 80, coincidiendo con la época en que comenzaron a hacerse palpables los beneficios obtenidos por las explotaciones mineras. Establecidos los pilares de la nueva siderurgia, Bilbao, la Margen Izquierda y en su extensión toda Vizcaya adquirieron un gran protagonismo, acentuando aún más si cabe con el importante paso productivo del hierro dulce al acero (1892-1893).
Su plasmación en el espacio quedó fundamentalmente reflejada con la instalación de un conjunto de factorías con un tamaño considerable, en torno a las cuales se fueron ubicando pequeñas y medianas empresas, que aprovecharon de las economías de escala derivadas. Nombres como The Cantabrian Iron Company (1870), San Francisco de Mudela (1880), Altos Hornos y Fábricas de Hierro y Acero de Bilbao (1882), la Sociedad Metalúrgica y de Construcciones La Vizcaya (1882), Aurrerá (1885), Sociedad Anónima Iberia (finales década de los 80) adquirieron, entonces, un protagonismo inusitado en el panorama productivo sidero-metalúrgico nacional. Aunque fue sobre todo Altos Hornos de Vizcaya (1902) la sociedad que más destacó. Fruto de la fusión de Altos Hornos y Fábricas de Hierro y Acero de Bilbao, La Vizcaya y La Iberia fue considerado el gran abanderado de la industrialización vizcaína.
Sin embargo, al gran peso ejercido por estos emporios, el despliegue industrial no se redujo a estas grandes instalaciones. En la década de los 90 se fueron instalando en torno a ellas, a lo largo de las márgenes de la Ría, talleres y medianas y pequeñas empresas transformadoras del metal como demandantes de hierro y acero. Como resultado final, una densa y compleja malla industrial favoreció la aparición de un conjunto de ventajas de localización y de accesibilidad a una serie de las materias primas. Así, su emplazamiento portuario como puerta de entrada del coque inglés y la proximidad a las explotaciones de mineral de hierro, que se transportaba directamente a través de los ferrocarriles desde las minas hasta los establecimientos siderúrgicos, fueron primordiales.
Ambos factores influyeron decisivamente en el coste final del producto, sin embargo, al asentarse las nuevas industrias, esencialmente, en la Margen Izquierda minimizaron al máximo sus costes. Además, las economías de escala derivaron en la disponibilidad de infraestructuras, equipamientos, servicios a la producción y un amplio mercado de trabajo, capital y consumo, así como en un desarrollo de las interrelaciones empresariales y sectoriales. Surgió de esta forma, un espacio fabril, mayoritariamente siderometalúrgico dominado por la preponderancia de Altos Hornos de Vizcaya en torno al cual se vertebró todo un vasto conjunto de pequeñas y medianas empresas. Sus efectos también se dejaron entrever en el espacio dando lugar a un continuo urbano entre la línea costera de la Ría y los ferrocarriles, de baja calidad residencial que mezcló usos industriales, residenciales e infraestructurales.
El diario El Noticiero Bilbaíno en 1884 advirtió ya en un artículo titulado “Previsión”, sobre la gran concentración humana creada en torno a las fábricas siderúrgicas de Nuestra Señor del Carmen, San Francisco de Mude/a y La Vizcaya. Su claridad de visón futura le llevó a afirmar que no serían muchos los años que discurrirían “(…) sin que desde el Desierto a Portugalete, el caserío sea tan denso que formen una larga y no interrumpida calle, ()”
Del mismo modo, este conjunto de hechos dinamizaron el resto de la economía, provocando la aparición de otras ramas productivas de gran relevancia como las compañías eléctricas (Hidroeléctrica Ibérica, Hidrauka de Fresser, lbaizabal, Hidroeléctrica del Nervión,…), aseguradoras (Aurora, La Polar,…), papeleras (Papelera Española,…), y astilleros (Euskalduna, Astilleros del Nervión, La Naval,…), así como el nacimiento de una banca diversificada y moderna (fusión del Banco de Bilbao y del Banco de Comercio, fundación del Banco de Vizcaya y del Banco del Crédito de la Unión Minera,…), la expansión de sociedades navieras (Sota, Aznar, Cía. Bilbaína de Navegación,…) y el desarrollo de una amplia red de ferrocarriles (de Bilbao a Portugalete, de Bilbao a Las Arenas, él de Triano, La Robla,..).
Ahora bien, para que este proceso de industrialización pudiera llevarse a cabo fue necesaria la dotación de un amplio mercado de trabajo que pusiese en marcha todas y cada una de las iniciativas empresariales. Esa oferta de puestos de trabajo fue satisfecha en un primer momento por las gentes del lugar, para después ser cubierta con población inmigrante. Como consecuencia directa, iniciado el proceso de industrialización de la comarca, los seis municipios analizados, Bilbao, Baracaldo, Sestao, Portugalete, Erandio y Guecho, experimentaron una profunda “revolución demográfica”. 1876 marcó el pistoletazo de salida de una etapa caracterizada por la relevancia de los procesos migratorios.
A lo largo de los 73 años comprendidos entre 1787 y 1860, puede observarse cómo Bilbao fue indiscutiblemente el primer núcleo poblacional de la zona con casi 29.500 habitantes en la última fecha señalada. Fue precisamente en esta localidad donde desde principios de los años 40 del siglo XIX comenzó a acusarse una mayor vitalidad demográfica, coincidiendo con la entrada en funcionamiento de Santa Ana de Bolueta (1854-1860) y Santa Águeda de Castrejana (1862). Un fenómeno consolidado en la década siguiente y cuyo ejemplo más clarividente fue el incremento en más de 2.500 personas en sólo tres años, los que transcurrieron entre 1857 y 1860.
Muy lejos se encontraban el resto de municipios. Baracaldo con 2.688 habitantes en 1860, se encontraba a mucha distancia en segunda posición en importancia demográfica. Aquí también comenzaron a hacerse visibles los primeros efectos de la industrialización con la instalación de Nuestra Señora del Carmen (1854). No obstante, el incremento demográfico acaecido en esta localidad no fue tan llamativo (319 habitantes en las mismas fechas) y la base económica principal de la anteiglesia continuó siendo el sector agrícola-ganadero.
Después, aparecía, por orden de importancia en componentes demográficos, Guecho en la otra orilla, con 2.156 habitantes y un comportamiento poblacional tradicional muy lejos de las pautas industriales. Sestao, por su parte, se presentaba en este período como un núcleo eminentemente agrícola con un aporte poblacional insignificante (341 habitantes en 1860) frente al resto de poblaciones de la Margen Izquierda. Erandio, en la orilla derecha del Nervión, seguía un comportamiento demográfico similar al baracaldés, aunque sus cifras poblacionales eran más modestas (1.678 habitantes en 1860). Mientras que por el contrario, Portugalete sufría una dinámica completamente inversa. Sus efectivos demográficos descendieron un 25% entre 1787 y 1857, coincidiendo en el tiempo con la pérdida definitiva, a favor de Bilbao, de su exclusividad mercantil y su espacio fluvial.
Crecimiento demográfico de Bilbao, Baracaldo, Sestao, Portugalete, Erandio y Guecho
(1787 y 1940)
Fecha | Bilbao | Barakaldo | Sestao | Portugalete | Erandio | Guecho |
1787 | 15.516 | 1.924 | 214 | 1.931 | 1.306 | 1.433 |
1857 | 27.909 | 2.369 | 384 | 1.435 | 1.628 | 2.079 |
1860 | 29.436 | 2.688 | 341 | 1.527 | 1.678 | 2.156 |
1877 | 39.695 | 4.710 | 1.077 | 3.053 | 1.813 | 2.651 |
1887 | 60.421 | 8.868 | 4.374 | 3.412 | 2.931 | 3.649 |
1900 | 93.250 | 15.013 | 10.833 | 5.182 | 6.385 | 5.442 |
1910 | 106.592 | 19.249 | 11.820 | 5.663 | 6.831 | 7.359 |
1920 | 131.827 | 26.906 | 15.579 | 7.629 | 10.045 | 11.399 |
1930 | 161.987 | 34.209 | 18.335 | 10.169 | 11.268 | 16.859 |
1940 | 195.186 | 36.165 | 18.625 | 10.612 | ——– | 17.795 |
En suma, a mediados del siglo XIX, de los seis municipios estudiados, sólo Bilbao había experimentado un fuerte crecimiento demográfico, gracias a la inmigración. El resto de las localidades se hallaban todavía lejos de ese influjo.
El verdadero despegue demográfico de la comarca tuvo lugar entre 1860 y 1877, coincidiendo con la consolidación de Nuestra Señora del Carmen como gran industria transformadora y la proyección de San Francisco de Mude/a. Baracaldo experimentó un crecimiento demográfico espectacular, aunque fue superado por Sestao, donde se dejaron sentir con mayor intensidad los efectos de una potente inmigración. Más que triplicó su población y pasó bruscamente de aldea rural a núcleo industrial. Portugalete siguió la estela de la localidad vecina, confirmándose como el emplazamiento elegido por la burguesía local. Bilbao, que continuaba siendo el núcleo principal, incrementó también sus efectivos poblacionales, aunque de una forma más moderada. Erandio y Guecho, por su parte, no participaron de este comportamiento demográfico, manteniéndose con índices de crecimiento cercanos a los tradicionales.
En la década comprendida entre 1877 y 1887 tuvo lugar el gran salto demográfico, de manera paralela al despliegue de los grandes bastiones industriales y al desarrollo de importantes obras de infraestructura en la comarca. De hecho, los índices de crecimiento acumulativo alcanzaron entonces sus mayores valores, guiados por los efectos de una potente inmigración. Sestao continuó a la cabeza del proceso, seguido de Baracaldo. Igualmente, Erandio se incorporó en aquellas fechas a la nueva dinámica demográfica, coincidiendo con la aparición de las primeras casas de vecindad en la localidad. Sin embargo, fue sólo la zona del Desierto-Erandio, frente a Altos Hornos de Vizcaya, la que experimentó un comportamiento demográfico semejante a la Margen Izquierda. El resto del término municipal de Erandio continuó manteniendo su tradicional carácter rural. Bilbao, Guecho y Portugalete, por este orden, aumentaron, igualmente, su población, aunque en menor proporción.
En este sentido, resultó paradigmático el comportamiento demográfico del municipio de Guecho, en consonancia siempre con sus características socio-económicas muy diferentes al resto de localidades analizadas. Fue en estos años cuando comenzó a especializarse en el alojamiento de veraneo o de segunda residencia de las clases medio-altas de Bilbao y la provincia. Su crecimiento demográfico no fue notorio ni evidente hasta bien entrada la década de 1880, iniciando a partir de esas fechas un vertiginoso movimiento siempre ascendente que le llevaría a duplicar su población entre 1877 y 1900, e incluso triplicarla entre 1900 y 1930.
Entre 1887 y 1900 la evolución demográfica de la zona prosiguió su movimiento ascendente, si bien la intensidad del proceso fue algo menor. Sestao y Erandio sufrieron los mayores incrementos, seguidos de Baracaldo y Bilbao. Portugalete, en quinta posición, alcanzó índices de crecimiento superiores al período anterior. Mientras Guecho continuó la línea iniciada en los años precedentes, aunque fue en la década de los 90 cuando se produjo una tímida instalación de establecimientos fabriles en la zona de Lamiaco, en el límite por la Ría con el municipio vecino de Lejona.
Tras el auge finisecular, y pese a la creación de Altos Hornos de Vizcaya, la primera década de la presente centuria trajo consigo una deceleración del proceso migratorio hacia Bilbao y las Márgenes del Nervión, dejándose sentir los efectos de una situación económica más desfavorable. En los seis municipios analizados se observó un claro estancamiento demográfico, aportando Guecho el mayor incremento, seguido de Baracaldo y Bilbao.
Entre 1910 y 1930 las seis localidades experimentaron un mayor crecimiento demográfico, pero no se volvieron a alcanzar las cifras de las dos últimas décadas del siglo XIX, salvo en Guecho. En esta localidad se alcanzó la tasa de crecimiento poblacional más elevada de todo el período analizado, consolidándose definitivamente como lugar de residencia, estacional o definitiva, de las élites bilbaínas y vizcaínas. Los movimientos migratorios perdieron en esta fase su aportación decisiva (salvo con la I Guerra Mundial), recogiendo el testigo la vitalidad demográfica de una población joven. Todo esto en un contexto económico mejor y más optimista gracias a la instalación y consolidación de nuevas factorías, a la estabilidad del empleo en la industria, así como a la fijación definitiva de la población inmigrante llegada a la zona en años anteriores.
La década siguiente, 1930-1940, supuso un estancamiento, ralentizándose el crecimiento demográfico de la comarca. La inestabilidad económica de los primeros años y los efectos negativos de la Guerra Civil, después, provocaron un anquilosamiento del régimen poblacional.
Analizando los gráficos anteriores, puede comprobarse cómo no se trató de un crecimiento cuantitativo, sino cualitativo de decisiva relevancia, en el sentido de que se pasó de cifras puramente rurales a vertiginosas cifras, propias de áreas urbanas. Incremento poblacional que provocó una profunda metamorfosis del comportamiento demográfico (produciéndose un rejuvenecimiento de la población, un descenso de la edad de matrimonio, un mayor dinamismo del saldo natural); de la concepción espacial (desbordándose los límites de los antiguos núcleos poblacionales); del hábitat (pasándose del predominio de la dispersión rural a la concentración de edificios fabriles y residenciales); y del tipo de inmuebles (dejándose atrás el caserío y la casa del menestral, difundiéndose las casas de vecinos que redujeron el espacio de las viviendas y aumentaron el número de personas por superficie útil).
Estos valores confirmaron el crecimiento polarizado de Vizcaya en torno a la Ría del Nervión. En poco más de 70 años Bilbao, Baracaldo, Sestao, Portugalete, Erandio y Guecho pasaron de albergar en 1857 el 22,34% de la población total de la provincia al 54,46% en 1940, más de la mitad de la población vizcaína. Destacaron principalmente dos núcleos de concentración demográfica. Por un lado, Bilbao, aglutinando el 17,41% de la población vizcaína en 1857 y el 38,19% en 1940. Por otro, el continuo urbano formado por Baracaldo y Sestao, sólo separados por el río Galindo, en el que habitaba el 1,72% de los efectivos demográficos de Vizcaya en 1857 y el 10,72% en 1940. Dos áreas a las que debería unirse durante la segunda mitad del siglo XIX una tercera, la formada por los núcleos mineros, fuera del área de análisis de esta investigación. El resto de la provincia apenas si creció.
Mª del Mar Domingo Hernández