Torres para la estiba del mineral
19 jun. 2016 – El Correo – MIKEL ITURRALDE
Torres para la estiba del mineral
Olabeaga es sin duda alguna el barrio de Bilbao más pegado a la ría. Pese al paso del tiempo, aún mantiene el carácter marítimo que durante décadas le da ese toque diferencial con otras zonas de la villa. Mientras los barcos suben aguas arriba, sus habitantes se dedican a los oficios propios de la navegación: reparación y construcción de embarcaciones, carga y descarga, transporte de mercancías en gabarras…Dada la dificultad para llegar a los muelles de El Arenal, muchos buques atracan ahí para descargar su género. La mezcolanza de naturales y marinos de todas las tierras del mundo pronto le granjea el sobrenombre de Noruega. Pero no acaba ahí su aportación.
Es habitual ver cómo las mujeres del barrio trabajan como cargueras, sobre todo durante buena parte del siglo XIX cuando el mineral de hierro se transporta en gabarras desde las bocas de las minas a los muelles y es preciso estibar a mano la preciada mercancía. La maniobra es frecuente en los 15 kilómetros de muelles y diques en la desembocadura desde el Abra hasta El Arenal. Cargueras y sirgueras constituyen dos elementos básicos del engranaje portuario. Aguas arriba, su presencia se hace notar junto al puente de San Antón, cercano a las minas. En las riberas de Zorrozaurre (izquierda) y Olabeaga (derecha) también su figura es constante.
La llegada del ferrocarril de Bilbao a Portugalete supone un cambio fundamental para la estiba del mineral en los buques, sobre todo con la concesión del ramal entre Cantalojas y Olabeaga. De hecho, éste se construye para atender la producción de diversas minas de hierro del entorno. Y para ello resulta fundamental el cargadero que la propia compañía ferroviaria erige en esta zona. El transporte de mineral se efectúa en tren, que carga la mercancía de las minas Morro, Josefa, San Luis, Gustavo, María la Chica y Abandonada, y la arrastra hasta los muelles de Olabeaga.
El primer cargadero se construye en 1894 en madera creosetada. Viene a ser un espigón perpendicular al muelle que vuela a unos seis metros sobre el camino de sirga para introducirse en el cauce de la ría. Se sustenta por pies derechos de madera profundamente clavados, en tierra o en el fondo de la ría y arriostrados vertical y horizontalmente con jabalcones y aspas, unidos en haces con pernos y cartelas metálicas. Cuentan con dos plataformas de madera: a 2,40 o 5 metros, según la marea, una está destinada al atraque y servicio de los empleados; otra a 8,60 y 11,20 metros sobre el nivel de la ría, soporta dos grupos de raíles en pendiente. Las vagonetas llegan hasta el extremo volado de la estructura y vuelven por una segunda vía, tras volcar manualmente la carga. El mineral cae por una tolva a una vertedera –sostenida por un castillete– por la que se desliza en la bodega del barco. La capacidad de carga es de 1.600 toneladas.
En los años 20 del siglo pasado se desmantela completamente; se construye uno nuevo de hormigón armado. También en esa época se sustituyen las vagonetas por cintas transportadoras, que aumentan considerablemente la capacidad de carga. El puerto exterior hace que la construcción deje de utilizarse. Hace ya décadas de su desaparición.
La construcción de una terraza para un restaurante sobre la base que asoma sobre las aguas de la ría vuelve a encender las alarmas sobre la conservación del patrimonio industrial. Y hay quien se atreve a preguntar ¿Tienen futuro los restos arqueológicos marítimos que quedan aún en la ciudad?